La estadounidense Louise Glück, poeta ganadora del Premio Nobel de Literatura 2020, brindó en el último mes del año una entrevista al períodico El Planeta, periódico que recién ayer publicó la nota con apartados aplicados de forma exclusiva a eso que hizo la autora con el monto que recibió por su galardón. Pareciesen solo chimentos, mas no lo son. Por contra, detallan a una autora íntima y profunda, muy humana.
Entre las intimidades (reflexivas) que dio a comprender, mencionó que la pandemia le ha semejado a entre los hechos más extraños que hasta el día de hoy experimentó en su historia. “No hubo ningún hecho en mi vida comparable a eso que pasa. Es posible que no lo sepa, mas soy un individuo sociable que es dependiente mayormente de sus amigos y familiares”, ha dicho.
Ahora se mentó aquí que la poeta decidió, una vez recibido el Premio, mudar de editorial (Pre-Contenidos escritos) y concederle sus derechos a otra (Visor). Ello desató toda clase de chimentos en el planeta literario y comercial, mas la verdad es que numerosos asimismo afirmaron por la parte interior que, en su sitio, hubieran hecho lo mismo. El placer de un premio, que aparte del honor se traduce en un monto colosal de dinero, tiene la posibilidad de tener diferentes sitios. En la situacion de Glück, entre los sitios a los que dirigió ese monto de dinero la sumerge en un espacio tierno y familiar, para nada relacionable con lo que fué su figura literaria y pública hasta el día de hoy.
Louise, internada en la cuarentena como algún ciudadana común, aprovechó el dinero para darse una vuelta por el aire y comprender a sus nietas. No las había popular hasta el día de hoy. “En este momento estoy en cuarentena, aquí en San Francisco. He viajado desde Boston. Es arriesgado para una persona de mi edad. Con mi hijo Noah y las nietas sostuvimos la distancia de 2 metros con la mascarilla. Es desgarrador mas está bien. Invertí una parte del premio Nobel en esta asamblea”, afirma al períodico.
Lejos de ser pretensiosa (escribió en silencio un género ahora discreto), esta Nobel asimismo caracterizó ese viaje con una particularidad: contrató un vuelo privado. “Era bien difícil y arriesgado viajar en avión para llegar aquí. Conque usé una parte del dinero que recibí del Premio Nobel en rentar un avión privado. Nunca en mi vida hubiese planeado que debería recurrir a tal solución. Mas era más seguro y entonces, ¿de qué forma mejor podría haber utilizado ese dinero?”.
“Lo que trato de llevar a cabo en los poemas es sorprenderme a mí misma y, espero, al lector. Si el lector siente que está a puntito de arrimarse a un final que puede imaginar, que se ve congruente con el comienzo de la oración, hago que el poema dé otro giro, deseo que el lector esté un tanto alterado, que se sorprenda y que el desenlace sea más atrayente, más vivo. Escribo para sostener el desconcierto”, mantuvo.
Por último, concluyó en que la “primera regla” que les enseña a sus estudiantes de poesía es a “dividir las partes vivas de las fallecidas”. “Esas partes fallecidas son aquellas en las que un verso prosigue al otro de forma predecible. No me importan tanto las metáforas, por realmente bonitas que sean. Siempre existe el peligro de que las hayan usado otros antes una cantidad enorme de ocasiones. Un poema vivo te transporta a un espacio que antes no conocías”.